domingo, 14 de febrero de 2016

LA GUERRA DEL ACRE O DEL CAUCHO 1899 - 1903

 La lucha por controlar el interior del continente ayudo a moldear varias armadas sudamericanas durante los siglos XIX y XX.  Hubo numerosos conflictos que incluyeron fuerzas fluviales entre naciones que compartían los ríos Amazonas y tributarios del Rio de la Plata. Estos conflictos generalmente comenzaban por incursiones de representantes gubernamentales a regiones reclamadas por más de una nación.
Las áreas en disputa en el corazón de Norte y centro de Sudamérica eran casi inaccesibles. Los Andes formaban una formidable barrera que las separaba de los centros de población de la mayoría de las naciones de herencia hispánica. Los ríos y riachos proveían el único acceso a gran parte de la región. En cada confrontación, el país que tuviera el control de la posición de río abajo tenía una ventaja distintiva, ya que controlaba el influjo de prácticamente todo el material y hombres que querían subir río arriba.
El Amazonas y sus tributarios proveían el único acceso al corazón norteño del continente, el río principal era navegable por buques oceánicos por más de tres mil millas. Pero el Amazonas presentaba obstáculos logísticos brutales; y Brasil tenía la ventaja de estar corriente abajo. Los conflictos se ganaron principalmente a través de negociaciones, ocasionalmente por guerras en pequeña escala, ganando la mayoría del territorio en disputa a sus vecinos hispanos.
En el Rio de la Plata, el corazón del continente, Paraguay tenía la ventaja de estar corriente abajo de Bolivia en su pelea por el Chaco Boreal, o Chaco Norte. Al contrario de lo ocurrido en el Amazonas, la Guerra del Chaco no fue sólo una guerra contenida, sino la primer guerra a gran escala en el Siglo XX, peleada en un medio ambiente de jungla, donde los combatientes sumaron casi cuatrocientos mil, y se luchó por tres años, perdiéndose casi 90.000 vidas.

LA GUERRA DEL ACRE O DEL CAUCHO

Las fuerzas marítimas  jugaron un rol importante en las luchas de los estados que bordean el Amazonas, para definir sus fronteras nacionales. Entre 1899 y 1903, Bolivia y Brasil se enfrentaron por la provincia de ACRE, que está en el centro de Sud América. Hasta el año 1899 se había producido un importante avance de colonizadores brasileños que ocuparon el área de los ríos Purús y Acre, al sur de la línea de fronteras.

                       Bolivia antes de la Guerra del Acre

La gran demanda de caucho a fines del siglo XIX por la industria del automóvil europeo fue uno de los motivos por los cuales se inició el conflicto entre Bolivia y Brasil.
 Ambos países reclamaron esta área pero ninguno de los dos la gobernaba efectivamente. Su población estaba constituida por indios sin identidad nacional, unos cuantos Bolivianos y casi 18.000 brasileños. Había muy pocos caminos y canoas y balsas eran el principal medio de transporte. Con el propósito de remediar aquella situación, en enero de 1899 se creó la Aduana Boliviana de Puerto Alonso. Era un acto legítimo de soberanía, con propósitos eminentemente administrativos. Se trataba de recaudar los derechos de aduanas que al país le correspondía por la explotación de goma que explotaban bolivianos y extranjeros dentro de su territorio. El poco tiempo que pudo funcionar como tal, produjo ingresos interesantes para el fisco.




                  Puerto Acre (Puerto Alonso) Vapores cargando caucho. Foto en vidrio coloreada.

Pero luego Puerto Alonso se convirtió en el centro político y militar de los conflictos. Los gomeros y barraqueros brasileños, alentados desde Manaos donde se ejercía control del flujo comercial de la goma en el Amazonas, sintiéndose afectados en su interés resistieron el impuesto para posteriormente declarar el “Estado Independiente del Acre, Purús y Yacú” mediante un movimiento autonomista liderado por el colonizador español Luis Gálvez Rodríguez de Arias, que había servido como cónsul Boliviano en Belem, Brasil. Se inició de esa manera la primera llamada “revolución del Acre”. Los acreanos brasileños se organizaron política y militarmente, ocuparon Puerto Alonso destituyendo violentamente a las autoridades bolivianas.
Para conjurar aquella revuelta, se nombró delegado nacional en el Acre y el Alto Perú a Andrés S. Muñoz, que salió de La Paz por la ruta del rió Beni. Poco después, tropas al mando del vicepresidente de la República, Lucio Pérez Velasco, salieron desde Cochabamba por la ruta del Chapare y el ministro de Defensa Ismael Montes encabezó otro contingente por la difícil ruta de Larecaja. Eran rivales políticos que competían por prestigio, pero llegados al Acre lograron aunar fuerzas y restablecer provisoriamente el orden. El Batallón Independencia Segundo de Línea, más conocido como la “Columna Montes” estaba compuesta por 200 hombres, de los cuales murieron 138 diezmados por el clima y las enfermedades tropicales de la región.
Puerto Alonso
Desde La Paz hasta el Acre las tropas tardaban desde tres hasta cuatro meses de penoso viaje, la mayor parte a pie a través de los bosques. Sus pertrechos eran insuficientes dadas las limitaciones económicas del Estado. El clima era hostil a los soldados andinos, y se lamentaron bajas por enfermedades y agobio; era una lucha en un escenario extraño. Así y todo pudo enfrentar varias luchas con éxito, recuperando Puerto Alonso y sofocando inicialmente esta primera revolución acreana antes de regresar a La Paz después de un año de campaña.


 
Bolivia luego de la Guerra del Acre 
                                                                                                                          
Mientras en el Acre las tropas bolivianas intentaban recuperar el orden, el Gobierno boliviano iniciaba urgentes gestiones diplomáticas ante el Brasil. El embajador boliviano en Río de Janeiro solicitó en principio ayuda del gobierno brasileño para sofocar la revolución acreana. Pero la República Federativa había heredado los impulsos expansioncitas del imperio. Y esta revuelta alentaba ya al Brasil a incorporar el Acre a su territorio. Bolivia recibió como respuesta una severa nota de la Cancillería brasileña en la que, entre otras cosas, se le recordaba que “al soberano le toca defender su soberanía, es su derecho y su deber”
La Cancillería brasileña con creciente agresividad diplomática adujo nuevas interpretaciones al tratado y se establecieron nuevas imposiciones para el naciente del Yaviri y el curso de esta línea. El resultado de varias marchas y contra marchas devino en que el Brasil declaraba el territorio acreano, al sur del dicha línea, como territorio “en litigio” desconociendo la soberanía de Bolivia sobre el mismo.
Ante la presión brasileña y sintiéndose sin capacidad de ocupar y controlar aquel conflicto y lejano territorio nacional, el Gobierno boliviano comenzó a madurar la idea de arrendar el Acre a algún consorcio internacional que pudiese hacerse cargo en su nombre de su administración. Era una idea típicamente liberal, gestada y encomendada por empresarios mineros. Félix Avelino Aramayo, entonces embajador de Londres, asumió esta iniciativa por encargo del Gobierno y luego de prolongadas y controvertidas gestiones logró un acuerdo con el consorcio Anglo Americano que terminó de constituir “The Bolivian Sindicate” el cual debía administrar y recaudar las rentas públicas en el Acre por un periodo de 30 años a cambio de recibir el 40% de las rentas recaudadas.
El historiador boliviano Valentín Abecia califica este contrato de administración como “un negocio desgraciado en todos los aspectos”. Desde el inicio se advirtieron dudas en torno a la composición, capacidad y legitimidad del consorcio extranjero. El contrato, como tal también fue observado así como la ausencia de un representante del sindicato en el país.
Las dificultades principalmente vinieron, sin embargo, desde el propio Brasil. Las Cancillerías de ese país y del Perú reaccionaron airadamente pidiendo explicaciones formales sobre la presencia del “Bolivian Sindicate” en el Acre. El nuevo Canciller brasileño, Barón de Rio Branco, inicio una vigorosa campaña denunciando este acuerdo y señalando que el mismo permitía la presencia de intereses internacionales extraños en la amazona y exigía su inmediata derogación. Al mismo tiempo reiteraba sus intereses en el territorio “en litigio” del Acre, proponiendo al Gobierno boliviano diversas proposiciones de canje territorial o la adquisición del mismo.
La posición del Gobierno liberal presidido por José Manuel Pando fue debilitándose rápidamente. Propuso sin éxito un arbitraje internacional sobre las posesiones del Acre, al tiempo que intentaba explicar los alcances del acuerdo con el sindicato dudando ya de la pertinencia del mismo.
En el marco de esta delicada situación, las autoridades bolivianas de Puerto Acre en el antiguo Puerto Alonso incrementaron los impuestos de aduana. Esta circunstancia determinó un nuevo alzamiento de los colonizadores brasileños: fue el comienzo de la llamada segunda revolución del Acre.
Una fuerza compuesta principalmente por brasileños organizó otra revuelta en Noviembre de 1900, siendo su objetivo tomar el control de Acre de Bolivia y crear una república independiente. Conocida como la Expedición de los Poetas, esta fuerza cuasi-brasileña estaba constituida alrededor del vapor fluvial Solimoes, que fuera  armada por el gobernador de la provincia brasileña de Amazonas, Silveiro Neri.
El vapor Solimoes operó en el rio Purus, capturando a la lancha boliviana Alonso, que fue rebautizada Rui Barbosa. Rodrigo de Carvalho fue elegido el nuevo presidente de Acre, su autoridad residía en un cañón, una ametralladora y unos 200 hombres. Cerca de la Navidad de 1900 esta fuerza atacó Puerto Alonso y fue repelida, perdiendo el cañón y la ametralladora. El 29 de Diciembre los bolivianos armaron la lancha Rio Afua, llevando alivio a la gente de Puerto Alonso.
José Plácido de Castro, gaucho y soldado profesional, tomo ahora el control de la fuerza cuasi-brasileña. El 6 de Agosto de 1902, junto con 33 hombres armados desembarcaron de canoas y capturaron la población ribereña de Xapurí, en el Rio Acre Alto, desde donde Placido proclamo la revolución y una república independiente,ocupando también otras posiciones bolivianas. La barraca Bahía del empresario boliviano Nicolás Suárez fue también ocupada; y Suárez resolvió asumir la defensa de sus propiedades organizando la famosa “Columna Porvenir” en la que tuvieron destacada actuación el después coronel y general del ejército Federico Román y el indígena tacana Bruno Racua.
Soldados bolivianos saliendo hacia el Acre

Pero el 18 de Septiembre un batallón de 180 hombres, dirigidos por el Coronel Rosendo Rojas sorprendió a la fuerza de Placido, que ahora constaba de unos 70 hombres. Los brasileños, armados sólo con rifles Winchester y cortos de munición, además de sufrir deserciones y enfermedades tropicales, fueron derrotados, perdiendo 20 hombres.


 



lancha Presidente Frías con soldados constructores

No obstante, Plácido reclutó otra fuerza, ahora de unos 1.000 hombres y con parte de este grupo puso sitio a Puerto Alonso el 10 de Mayo de 1902. El 14 de Octubre esta fuerza capturó algunas defensas externas junto con la lancha armada boliviana Rio Afua que había quedado varada durante la lucha. Esta embarcación fue rebautizada Independencia y fue usada contra sus antiguos dueños. No obstante este derrota, los bolivianos se mantuvieron en Puerto Alonso
En su edición del 7 de febrero de 1903, la revista Caras y Caretas de Buenos Aires dedicó sus páginas a la cobertura de la guerra entre Brasil y Bolivia, con un reportaje gráfico.
En su sección “Menudencias” de la edición dedicada a la Guerra del Acre se lee lo siguiente:
— ¿Qué pasa en el Acre?
—Cuando los capitalistas extranjeros obtuvieron la concesión, parecía que el territorio iba a subdividirse y a convertirse en menos Acre...
—Bueno, ¿y ahora si chocan Bolivia y el Brasil?
—Ahora tal vez tengamos mas-acre.


En otro sector, los brasileños sitiaron Empresa, que se rindió el 15 de Septiembre. Otras victorias, la mayoría de los hombres de Placido, tuvieron lugar en Bom Destino, Santa Rosa  varios pueblos ribereños. En Enero de 1903 la fuerza asaltó y capturó algunas posiciones Bolivianas fuera de Puerto Alonso. El Independencia, que estaba rio arriba cargado con 30 toneladas de caucho de alta calidad, forzó el pasaje a través de las baterías costeras bolivianas, para llevar el caucho rio abajo donde pudiera ser vendido. Las fuerzas de Placido usaron este dinero para comprar armamento y municiones. El 24 de Enero los bolivianos de Puerto Alonso debieron rendirse.

El gobierno boliviano intentó dar marcha atrás de su relación con Bolivian Sindicate, solicitando la anulación del contrato, más la gestión no tuvo éxito. El consorcio alegó que ya había iniciado inversiones. Poco después los administradores extranjeros iniciaban conversaciones con el Gobierno del Brasil que terminó comprando sus derechos.
Las fuerzas de ocupación, ahora de unos 700 hombres, ocuparon el puerto y avanzaron hasta donde se unen los ríos Chipamanu (Manuripe) y Tauamanu, formando el rio Orton. Pero pronto llego una fuerza boliviana al mando del general José Manuel Pando, presidente de Bolivia, quien ocupó la orilla opuesta. En este momento el gobierno brasileño formalmente envió tropas al área en disputa y mantenida por la fuerza cuasi-brasileña- Bolivia, luego de perder por lo menos dos embarcaciones fluviales al enemigo, admitió la venta de la provincia del Acre a Brasil, una concesión formalizado por el Tratado de Petropolis y firmado el 17 de Noviembre de 1903.

Las tropas que participaron de la Guerra del Acre salían de La Paz y tardaban en llegar hasta tres o cuatro meses a la zona de combate. La mayor parte iba a pie y atravesaba las selvas. El clima era hostil a los soldados y se lamentaron bajas por enfermedades y agobio, era una lucha en un escenario extraño, con soldados del altiplano, zona seca y árida de gran altura, contra la jungla húmeda y lluviosa.
A cambio del territorio del Acre Bolivia recibió por el Tratado de Petrópolis la cifra de 2 millones de libras esterlinas. También se acordó la construcción de un ferrocarril entre las ciudades de Riberalta y Porto Velho, para la exportación del caucho de aquella época, pero no fue cumplido por las condiciones del terreno. Bolivia cedía casi 200.000 kilómetros cuadrados de su Acre al Brasil, a cambio de compensaciones económicas y el tratado actual de fronteras. Los territorios cedidos forman las actuales ciudades de Brasiléia y Epitaciolandia, vecinas de Cobija, en el llamado Alto Acre brasileño. En enero de 1904 el Parlamento boliviano ratificó ese tratado en medio de una débil aunque reprimida censura popular y casi, se diría, con alivio.



Uno de los detalles de esta guerra es cuando el militar austrohúngaro Arthur Posnansky se unió al ejército de Bolivia con su lancha de nombre Anni, a la que rebautizó con el nombre de Iris para la guerra. La nave fue vital en batalla, ya que el diseño estratégico y personal del joven ingeniero naval la hacía muy versátil y práctica en combate. El Iris dio apoyo logístico y transportó al personal, evadiendo a los revolucionarios para no ser capturados, además presionó y hostigó al enemigo.

Durante la guerra, Posnansky volvió a Europa para reconfigurar su nave y ponerla nuevamente en batalla. El gobierno brasileño que quería secuestrar la lancha logró capturar a Posnansky, pero poco tiempo después éste logró su libertad. Con el apoyo de este militar, por primera vez en la historia de Bolivia se desarrollaron operaciones navales de carácter fluvial y ribereño.

Al finalizar la guerra, Posnansky fue declarado héroe nacional y reconocido por el apoyo desinteresado que prestó a Bolivia durante la guerra prestando su nave y donando inclusive víveres y armamento.
El buque Iris recibió el nombre de Tahuamanu, y luego de la guerra pasó a servir al ejército nacional en dos campañas internacionales: la defensa de Manuripi (con Perú) y la Guerra del Chaco, trasvasando a la Cuenca del Plata en esta última. El barco todavía es conservado y permanece en la localidad de Riberalta en el Beni como una reliquia.




http://www.histarmar.com.ar/InfHistorica-7/ConflictosRibereniosSA-1-Acre.htm

Por  





LOS LIBERALES: EL SIGNO DEL ESTAÑO Y EL DRAMA DE LA GOMA

Estaba claro que los convencionales de 1880 se habían reunido, quizás sin adivinarlo, para construir un nuevo país. La primera etapa de ese proyecto concluyó violentamente en 1899 con los invitados de piedra convertidos en protagonistas de la historia. Pero fue solamente un espejismo. El apresamiento de Zarate Willka y su ajusticiamiento posterior, demostraron que la hora de los aimaras y los quechuas no había llegado todavía. Aunque esta drástica acción no pudo frenar levantamientos sucesivos, sobre todo en la segunda década del siglo, el modelo fundado en medio del drama de la derrota del Pacífico tenía vigor y aliento hacia el futuro. Sólo había cambiado la cabeza de un estamento de poder apoyado en los dos pilares básicos de la minería y el latifundio.

Pero ¿qué país era este, pensado y construido por conservadores y liberales? Un país occidental, moderno, integrado a la economía del mundo, apoyado en los valores políticos y económicos de la ortodoxia liberal que finalmente se había podido aplicar a un escenario de relativa tranquilidad, fundado en la estabilidad política y una democracia formal sólida en tanto se basaba en las normas de una constitución, aunque el sistema electoral la hacía explícitamente restrictiva en los hechos. El proyecto era coherente en sí mismo, pero adolecía de un par de insuficiencias capitales. Bolivia era una nación aislada no sólo del mundo sino de la propia América del Sur; las fuertes corrientes migratorias tanto europeas como asiáticas que alimentaron a casi todas las naciones del continente no llegaron a nuestro territorio, esto determinó una realidad muy distinta no sólo de sociedades como la argentina o chilena, sino incluso de países andinos como Perú y Ecuador con fuerte presencia cultural propia. Pretender un país cuyo faro fuese París en el centro de los Andes, con una población mayoritaria no occidental, era un despropósito. Peor aún, la base del razonamiento de la época partía de la idea de que los indígenas eran un lastre y no una potencialidad para el desarrollo. Ese razonamiento fue fatal para la historia nacional, porque implicó una política sistemática de exclusión por un lado y de despojo por otro, sumando además, con muy pocas excepciones, una consciente discriminación en la educación. Por eso, el crecimiento del país no pudo ser en esta etapa ni equilibrado, ni integrador.

Las políticas aplicadas fortalecieron el capitalismo al impulso de un nuevo auge minero. Tras el derrumbe de los precios internacionales de la plata, llegó una ávida demanda de estaño por parte de los países industrializados. La sustitución de un producto por otro fue rápida y eficiente pero tuvo el mismo talón de Aquiles, la extrema dependencia de nuestra economía de los precios internacionales del mineral. Algo parecido sucedió con la goma. La explotación de un producto de gran demanda en el mundo provocó el nacimiento de capitalistas locales ligados a la goma, pero también una guerra por la posesión de la riqueza cauchífera con la consiguiente pérdida territorial y el desplome ulterior de la producción, víctima de una región alternativa en el Asia más barata y eficiente.

En política se produjo un fenómeno muy claro. Los grandes mineros del estaño prefirieron prescindir de la acción política directa. Así nació un estamento de políticos profesionales que intermediaron la relación con el estado, garantizando una absoluta dependencia de éste de los intereses de los mineros.

Si en el siglo XIX la influencia de los latifundistas era más bien producto de su prestigio social y origen de clase, tras las medidas legales de 1880 se convirtió en un factor real de poder, al haberse producido una expansión geométrica de las propiedades de hacienda en altiplano y valles. Los hacendados eran menos vigorosos e influyentes que los magnates mineros, pero estuvieron vigentes en las decisiones políticas, a tal punto, que algunos presidentes liberales fueron patrones de hacienda y propietarios de grandes extensiones en el altiplano.

La explotación intensiva de mano de obra en complejos mineros cada vez mayores y mejor dotados tecnológicamente fue el campanazo para el surgimiento de un movimiento obrero todavía balbuceante, que tuvo su origen más en los artesanos y trabajadores de la incipiente industria urbana que en los centros mineros, pero que poco a poco trasladaron sus ideas al eje de la producción nacional, la minería.

Las cuestiones principistas que acompañaron buena parte del debate ideológico de los últimos decenios fueron sustituidas por la razón pragmática. Esa actitud tuvo dos consecuencias, la primera negativa, la resignación de derechos reivindicatorios en el Pacífico y el Acre que consolidaron un cercenamiento definitivo del territorio nacional y una reducción dramática de nuestras fronteras. La segunda, positiva, las compensaciones economías de los tratados de cesión permitieron un auge que se volcó en la modernización de los principales centros urbanos y sobre todo la construcción de vías férreas que lograron la vinculación a largo plazo del altiplano y valles, aunque el esfuerzo no alcanzó para la incorporación del oriente a la vida nacional.

Los liberales no se diferenciaron de sus antecesores en la decisión de mantenerse indefinidamente en el poder, amparados en el ropaje democrático. Esta actitud trajo consigo el nacimiento de un nuevo partido, el Republicano, hijo del liberalismo e idéntico en sus ideas, cuyo vigor opositor se apoyaba en el deseo de romper el círculo de control electoral, no el sistema vigente, objetivo que logró en 1920, cerrando el período liberal, el más largo de la historia republicana de Bolivia.

En las primeras dos décadas del siglo, tres acontecimientos marcaron esta etapa en el mundo e influyeron de manera diversa pero importante en nuestro país, sea inmediatamente o en el mediano y largo plazo. El primero de ellos fue la revolución mexicana (1910), que impuso una nueva política en ese país, la reforma agraria, la nueva constitución y la estructuración de un poderoso partido de gobierno. El segundo fue el estallido de la Segunda Guerra Mundial (1914-1918), que afectó severamente a la economía internacional y el tercero la revolución soviética (1917), que impuso el socialismo en Rusia y que influyó decisivamente en la construcción del mundo contemporáneo.



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“LA GUERRA FEDERAL” – MASACRE DE COSMINI Y AYO AYO






DOMINGO, 20 DE SEPTIEMBRE DE 2009


Dr. Antonio Dubravcic Luksic
Socio de la Sociedad Geográfica y de Historia Sucre.
Socio correspondiente de la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos
de Santa Cruz

La Guerra Federal, coincide con el paso entre dos siglos, representó un cambio radical del eje de poder político, social y económico, aunque no determinó un cambio en la estructura de quienes lo detentaban. Coincidió también con uno de los momentos más difíciles de la relación entre la élite urbana y las masas indias.
Varios factores explican la confrontación que en los hechos fue una guerra civil. Por el desgaste de los gobiernos conservadores tras casi 20 años de administración, a ello se sumó la popularidad creciente de los liberales, que estaban cansados de esperar una transmisión pacífica en el mando de la nación y porque habían sufrido más de una vez la manipulación de los resultados electorales en manos de los conservadores. Finalmente la realidad socioeconómica de Bolivia mostraba un desequilibrio de los centros de decisión.
La Paz fue durante todo el siglo XIX la primera ciudad de Bolivia y frecuentemente sede de los gobiernos nacionales (comenzando por el Mariscal Andrés de Santa Cruz). Su dinámica como ciudad se vería muy pronto respaldada por el nacimiento de la economía del estaño que desplazó el eje Potosí - Sucre al eje Oruro - La Paz. La caída de la plata trajo consigo el debilitamiento de la influencia de los viejos caudillos conservadores: Arce, Pacheco y sus colaboradores más allegados.
A este contexto debe sumarse la presión por el establecimiento de un país federal que tuvo algunos antecedentes destacados, como las ideas de Lucas Mendoza de la Tapia en Cochabamba a mediados de siglo, el movimiento de los igualitarios de Ibáñez en Santa Cruz (1874-1876) y las varias propuestas de llevar el gobierno a La Paz realizadas por los paceños en el período conservador.
La realidad sin embargo era otra, el federalismo fue una bandera coyuntural mediante la cual se inflamó el sentimiento regionalista del poderoso departamento de La Paz para justificar la rebelión, aunque no es menos cierto que algunos de sus propugnadores creían genuinamente que el federalismo era la mejor solución para Bolivia.
En la sesión del 13 de noviembre, el parlamentario Abel Iturralde argumentó: “La Paz no acepta otro trato que no sea el que le corresponde por sus condiciones económicas y comerciales, y por el tamaño de su actividad. De nada nos sirve el llamado gobierno central, a cuya acción benéfica estamos dispuestos a renunciar en aras de un cuerpo autónomo con leyes propias que mejor se adapten a nuestros fines”. En la sesión del 15 del mismo mes, la Bancada paceña en pleno presentó el Proyecto de Ley Federal, donde Bolivia cambiaría el nombra a “Unión Federal Boliviana”.
El Senador por Chuquisaca Cnel. José Manuel Pando, protagonista central de esta historia, dijo: “Aunque sea cruel, las grandes páginas de la humanidad han sido escrita por las puntas de las bayonetas”. Era el líder del partido Liberal y miembro de la Junta Federal Paceña. Sabedor de la simpatía por la causa federal en la Nación, con astucia diseñó la consigna federalista.
El ejército boliviano decidió destituir a todos los jefes y oficiales paceños. Lo mismo se hizo en la administración pública. Se Habló de un escarmiento “a los separatistas paceños”.
El estallido formal de problema se dio el 18 de noviembre de 1898 cuando el congreso reunido en Sucre después de un áspero debate proclamó la Ley de Radicatoria que exigía al Presidente su presencia permanente en la capital de la República, precisamente como respuesta a la exigencia paceña. La brigada de La Paz que había pedido sin éxito la reunión de un congreso en un punto “neutral”, Cochabamba, para discutir el tema sin presiones, decidió abandonar la ciudad de Sucre en señal de protesta. Fue el rompimiento de lanzas entre el norte y el sur.
En el Ínterin, el 6 de noviembre de 1898 un gran mitin reunido en la plaza de armas paceña, exigió el federalismo y el 14 se creó un comité federal presidido por el jefe de los liberales José Manuel Pando, quien irónicamente como senador por Chuquisaca votó a favor de la aprobación de la ley de radicatoria.
El 12 de diciembre se formó en La Paz una junta federal de gobierno, integrada por José Manuel Pando, Serapio Reyes Ortiz y Macario Pinilla que había renunciado al ministerio de Instrucción del gobierno de Alonso. La declaratoria de guerra estaba hecha.
Alonso, a pesar de su postura contraria a la ley que promulgó a regañadientes y de su posición conciliatoria, no tuvo más remedio que ponerse a la cabeza de ejército del sur y marchar a Oruro, donde llegó el 15 de diciembre de 1898.
Entre enero y abril de 1899 se desataron acciones con la presencia de masivos contingentes indígenas, fueron decisivos para el triunfo de los federales. En las provincias Inquisivi, Aroma, Carangas, Chayanta, Tapacarí y Ayopaya, hicieron un cerco con bloqueos y ataques que diezmaron el ejército de Alonso.
El ejército constitucional mejor equipado que el federal, desaprovechó a principios de enero de 1899 la oportunidad de atacar La Paz antes de la llegada de un contingente de armas y pertrechos negociados en Lima por Claudio Pinilla, quien tras renunciar a su cargo de embajador se transformó en gestor de los federales y adquirió 1.500 rifles Mannlincher, 500 carabinas Winchester, medio millón de proyectiles y 1.200 uniformes.

Primer Crucero - masacre de Ayo Ayo

El 24 de enero de 1899 en Cosmini, Pando gran estratega militar, derrotó a Alonso en la llamada batalla del primer crucero (en Chacoma donde cruzan los caminos a Luribay y a Ayo ayo), 250 efectivos de los batallones Abaroa y Vanguardia avistaron un convoy constitucional con pertrechos del batallón 25 de Mayo y el Escuadrón Sucre, que se dirigían al encuentro de las tropas leales, fueron interceptados por “las tropas de Pando y una numerosa indiada”. El intercambio de disparos concluyó con la violenta explosión de un carro cargado de munición que precipitó la fuga y derrota de los alonsistas.
Los heridos en el combate de Cosmini se quedaron en Ayo Ayo. Al atardecer, más de un centenar de comunaríos rodearon el pueblo, tomaron la plaza principal y el hostigamiento a los heridos que se encontraron refugiados en el templo.
El pueblo de Ayo Ayo parecía tranquilo, de pronto comenzó el alarido de los pututus de los federalistas de Willca, destruyeron y saquearon todo lo que encontraban a su paso. Incluso rompieron la puerta del templo, masacrando a sus ocupantes. El cura Fernández de Córdoba salió al atrio con un crucifijo pidiendo en nombre de Dios la paz. Los indios llevaron al cura hasta la plaza y allí le amputaron una pierna, le cortaron el pecho, le arrancaron el corazón y se lo comieron.
Los curas José Rodríguez y José Gomes sacados también de la iglesia fueron picados a machetazos. ¡Tres curas muertos!
Al respecto el historiador Alfredo Jáuregui Rosquellas, relata el episodio de esta cruenta guerra fratricida de la siguiente manera: “Con rumbo al sur, en carretera desatentada y confusión inmensa, cual correspondía a la inmensa significación del desastre, atravesaban la llanura los vencidos, los heridos, los salvados que al encontrar asilo, que creyeron seguro, en la casa de Dios, en el pueblo de Ayo-Ayo iban a hallar el ara del martirio siendo sacrificados en forma infernalmente bárbara, diabólicamente horrorosa, crispantes por su saña y refinamiento de crueldad. Y allí a la luz crepitante del incendio y al rumor tumultuoso de la muchedumbre alcoholizada y excitada por el vaso de la primera sangre vertida, fueron descuartizados, desmembrados, quemados clavados a los muros, degollados como bestias de sacrificio 27 jóvenes del escuadrón simbólico, que pagaron con la flor de su vida en el error de un ideal extraviado en el tortuoso camino del mas engaño”.

La masacre de Mohoza

Pero el hecho más estremecedor de la guerra federal se produjo en Mohoza y no tuvo que ver con el enfrentamiento entre federales y constitucionales. El escuadrón Pando de los federales llegó al pueblo de Mohoza bajo el mando de Arturo Eguino. Los abusos y excesos de los oficiales contra los pobladores dieron pie a la intervención de una hueste indígena comandada por el caudillo Lorenzo Ramírez. Tras rodear a los militares a la salida de Mohoza, Ramírez logró de manera increíble desarmar a la tropa. Los soldados fueron invitados a comer y a beber con los indígenas. Se les pidió dejar sus armas como señal de paz y confraternización. Los soldados accedieron ingenuamente. Ya en la noche en el templo de la localidad, al igual que en Ayo Ayo. En la madrugada del 1ro de marzo los 130 efectivos del escuadrón Pando fueron vejados, torturados y asesinados salvajemente en uno de los episodios más horrorosos de toda nuestra historia.

Segundo Crucero

El 10 de abril de 1899 en las inmediaciones de Paria (Oruro) se produjo la batalla decisiva llamada del segundo crucero (por haberse desarrollado en el llamado crucero de Copacabana donde se juntaban y hacían cruz los caminos hacia Lequepalca y hacia Caracollo). Con la presencia de las fuerzas indígenas de Zarate Willka, el ejército de Pando (1.820 efectivos y un cañón denominado "Walaycho") enfrentó al ejército de Alonso comandado militarmente por el Gral. Julián María López (1.966 efectivos con seis cañones y cuatro ametralladoras).
Los indios protegieron a los federales y provocaron el primer ataque de un escuadrón de a caballo que abrió fuego. En más de cuatro horas de enfrentamiento sin cuartel, en el que se destacaron con virulentos ataques el batallón Murillo de Pando y en la defensa desesperada el batallón Alonso de los constitucionales, los federales derrotaron definitivamente a las fuerzas del sur. Casi 4000 combatientes protagonizaron la batalla que dejó un saldo de cerca de 1.000 víctimas entre muertos y heridos.
La batalla duro ochenta minutos. El Ejército Federal se vio en serias dificultadas al comienzo; en especial con los cañones y ametralladoras que manejaban los mercenarios comandados por el chileno Anabalón. En un grave error el Escuadrón Alonso avanzo imprudentemente y se mezcló en lucha cuerpo a cuerpo con el enemigo, anulando la acción de las ametralladoras que habían parado de disparar para no matar a sus propios colegas. La muerte del mercenario argentino, Coronel Campos, fue determinante también en desorden de la artillería de Fernández. Los Federales comenzaron a tomar control de la contienda, ayudados por la defección de los escuadrones Sucre y el Aroma. Pando luchaba con éxito en primera línea. Finalmente El ejército Federal había ganado la batalla y la guerra.
Los sobrevivientes del Ejercito Constitucional huyeron a Oruro, con la idea de rehacerse y resistir. A las 8 de la noche entraron en Oruro, Alonso entro al palacio e hizo tocar llamada, pero más de 1.500 bajas entre muertos y heridos era demasiado. Aconsejado por su gente huyo a Chile en ferrocarril; en compañía de su esposa, no sin antes dejar orden a su banquero para entregar 15.000 bolivianos para atender a los heridos. Firmo también el último decreto, traspasando el Mando a Rafael Peña.
Como se puede apreciar fácilmente, en el trasfondo de esta guerra estuvo el movimiento indígena que se independizó muy pronto del control de los federales para actuar por cuenta propia. Zarate Willka, bautizado “el temible” por la prensa, buscó un gran levantamiento del altiplano y valles que reivindicara a los indios y organizara una nueva sociedad. Si bien los objetivos no están claramente explicados, el reclamo secular agudizado por los abusos de las dos últimas décadas a partir de las leyes de ex vinculación, llevaron las cosas al punto de la explosión. Si Pando usó a Willka y sus huestes, éste aprovechó la alianza para desplegar un poder que en condiciones normales no habría podido organizar nunca. Las acciones indígenas contra tropas federales pusieron en alerta a la junta y se inició la represión.
Los hechos de Ayo Ayo, Mohoza, la insurrección de Peñas, la amenaza de un cerco sobre Oruro en febrero y marzo de 1899 y las acciones de sublevación en más de una veintena de localidades en tres departamentos del país. Para la guerra federal en 1898, Pando hizo esta promesa formal al Cacique Pablo Zárate Willka, jefe de los indios aymaras:
"... Willka -le dijo- te doy el grado de Coronel; levanta al indio; destruye al blanco del Sud, (al blanco alonsista). Cuando derrotemos al Ejército Constitucional, yo seré Presidente y tú serás el Segundo Presidente de Bolivia. Y devolveremos la tierra al indio; la tierra que le ha arrebatado el Gral. Melgarejo".
En consecuencia el líder comunero al ingresar a la guerra exigió:
ü  Liberación de los colonos.
ü  Participación de los quechuas y de los aymaras en el gobierno.
ü  Devolución de las tierras comunales.
Pablo Zárate “Willka”, recibió la propuesta de José Manuel Pando mediante la esposa de este, Carmen Guarachi oriunda de Sica Sica. Esta intermediaria hizo la ofrenda de coca a la Pachamama y convenció a los indios de las provincias Omasuyos, Pacajes, Sica Sica e Iquisivi para iniciar el hostigamiento a los Conservadores.
El temible Willka entonces, organizó y dirigió al Ejército Aymara, que fue un conjunto de pequeñas unidades con poderosas masas humanas quechuas y aymaras.
El Temible Willka había demostrado valor, don de mando y dureza en acciones verdaderamente exitosas comandando a miles y miles de indios. El 22 de Abril de 1899, Zarate y su estado mayor fueron hechos prisioneros en Sicasica, con lo que se desbarató la cabeza del movimiento que fue reprimido y disuelto sin contemplaciones. Así se cerró uno de los momentos más dramáticos del enfrentamiento entre la elite de poder y la mayoría aimara y quechua del país.
El 12 de abril Pando entró triunfal a Oruro acompañado de Pablo Zarate, en medio de una impresionante multitud en la que se mezcló su ejército con los hombres del caudillo indio. Al día siguiente el Cnel. Pando envió un telegrama a la Junta Federal informando los pormenores de la batalla y su sangrienta victoria. Hemos tenido muchas bajas, las bajas del enemigo son mayores y el triunfo completo y definitivo. Sírvanse manifestar al pueblo de La Paz que se han cumplido los compromisos contraídos el 16 de diciembre de 1898. Para los sucrenses la perdida de la capital era peor que perder el pacifico.
El 14 de abril, la Junta de Gobierno decreto: Artículo Primero.- La ciudad de La Paz es la Capital de la República. Artículo Segundo.- El próximo 6 de agosto se reunirán en esta ciudad las altas corporaciones judicial y administrativa, con el mismo personal que actualmente funciona. Firmado por Serapio Reyes Ortiz y Macario Pinilla. Pando no pensaba igual. Respondió en un telegrama: “Expedir decreto de cambio de la Capital de la República, seria declarar otra guerra civil. (…) Declinó el honor de ser parte de la Junta de Gobierno. Soy jefe del Partido Liberal que me impuso deberes”.
Esta respuesta hizo crisis en el mando paceño y disolvió la Junta Federal. En ese momento La Guerra Federal, se trasformó en la Revolución Liberal. O la Guerra federalista trucha.

La crisis entre paceñistas y Pando se resolvió con el acuerdo de convocar a una Convención en Oruro para: reconstituir los poderes públicos, tratar tema Federal y la localización de la capital. El 20 de octubre de 1899 se reunió La Convención Nacional. Luego de casi 2 horas de deliberaciones, Pando fue elegido Presidente. Debatió entre otros dos importantes tema: 1) El asunto de la capital, el mismo que después del debate fue archivado, por no existir consenso. 2) El federalismo, este tema fue de amplio y acalorados debates. No pudiendo ponerse de acuerdo y estando parejas las fuerzas, se decide por la votación, la cual dio un empate (El 100% de la representación cruceña voto por el federalismo).Tocaba Pando como Presidente dirimir el la paridad. Pando vota en contra. El federalismo también es archivado... “para una nueva legislatura”. ¡Este fue el grandioso final de la guerra Federal trucha!

 Homenaje a los caídos en Cosmini y Ayo Ayo

El monumento levantado en el Cementerio General de Sucre en homenaje a los 27 héroes de la batalla de Cosmini – Ayo – Ayo es una obra magnífica que invita a la reflexión, cómo valientes chuquisaqueños entregaron sus vidas por la reivindicación de los derechos de la tierra que los vio nacer.
Se desconoce el nombre del autor de esta obra, lo que sí se sabe es que fue traída de Europa. Erigida posiblemente entre los años 1907 – 1908 por gestión del Comité Patriótico Chuquisaqueño en memoria de los caídos en Ayo – Ayo el 24 de enero de 1899 que lucharon por evitar el traslado de los Poderes Ejecutivo y Legislativo de Sucre a La Paz.

BIBLIOGRAFIA

  •  Querejazu C.Roberto “La mal llamada Guerra Federal”.
  • Velásquez A Julio César. “Acerca de la capitalidad de la República de Bolivia”.
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  • Ponce S Carlos; Montaño D. Ana María. “La Revolución Federal de 1898-1899”.
  • Loayza Joaquín: “Agua del Ministerio” Número Cuatro. Publicación de Fundación Cultural de Mutual La Plata
  • Roca José Luis: “Fernández Alonso Severo” Diccionario Histórico de Bolivia Edit. Túpac Katari Sucre 2002
  •  Condarco Morales Ramiro “La Guerra Federal” Cimientos de Chuquisaca Soboce La Paz 2001
  • Loayza Joaquín;” Los derechos de la Capital de Bolivia como asiento de los órganos del poder público de Bolivia” http://sucrecapitalidadplena.blogspot.com
  • Sánchez S, Gonzalo “Breve historia de la Guerra Civil (1898-1899) http://sucrecapitalidadplena.blogspot.com/
  • Limpias F. Javier ¿Guerra Federal? http://www.portalchuquisaca.8m.com/





LA GUERRA FEDERAL Y LA SUBLEVACION INDIGENA

A manera de introducción a la temática en estudio podemos mencionar que el cambio del siglo XIX al XX fue caracterizado por una serie de sucesos y hechos trascendentales que cambiaron el rumbo de la historia en nuestro país,  como la Guerra del Acre y los conflictos internos, el más importante de ellos,  la Revolución Federal que culminó con el traslado  de la sede de gobierno de la ciudad de  Sucre a La Paz.


La Guerra Federal, coincidente con el paso entre dos siglos, representó un cambio radical del eje de poder político, social y económico, aunque no determinó un cambio en la estructura de quienes lo detentaban. Coincidió también con uno de los momentos más difíciles de la relación entre la élite urbana y las masas indias.

Varios factores explican la confrontación que en los hechos fue una guerra civil. Al fuerte desgaste de los gobiernos conservadores tras casi 20 años de administración se sumó la popularidad creciente de los liberales, que estaban cansados de esperar un tránsito pacífico en el mando de la nación y que habían sufrido más de una vez la manipulación de los resultados electorales a manos de los conservadores. La realidad socioeconómica de Bolivia mostraba un dislocamiento de los centros de decisión. La Paz fue durante todo el siglo XIX la primera ciudad de Bolivia y frecuentemente sede de los gobiernos nacionales (comenzando por el Mariscal Andrés de Santa Cruz). Su dinámica como ciudad se vería muy pronto respaldada por el nacimiento de la economía del estaño que desplazó el eje Potosí - Sucre al eje Oruro - La Paz. 

La caída de la plata trajo consigo el debilitamiento de la influencia de los viejos caudillos conservadores Arce, Pacheco y sus colaboradores más allegados.
A este contexto debe sumarse la presión por el establecimiento de un país federal que tuvo algunos antecedentes destacados, como las ideas de Lucas Mendoza de la Tapia en Cochabamba a mediados de siglo, el movimiento de los igualitarios de Ibáñez en Santa Cruz (1874-1876) y las varias propuestas de llevar el gobierno a La Paz realizadas por los paceños en el período conservador. La realidad sin embargo era otra, el federalismo fue una bandera coyuntural mediante la cual se inflamó el sentimiento regionalista del poderoso departamento de La Paz para justificar la rebelión, aunque no es menos cierto que algunos de sus propugnadores creían genuinamente que el federalismo era la mejor solución para Bolivia.

El estallido formal de problema se dio el 18 de noviembre de 1898 cuando el congreso reunido en Sucre después de un áspero debate proclamó la Ley de Radicatoria que exigía al Presidente su presencia permanente en la capital de la República, precisamente como respuesta a la exigencia paceña. La brigada de La Paz que había pedido sin éxito la reunión de un congreso en un punto “neutral”, Cochabamba, para discutir el tema sin presiones, decidió abandonar la ciudad de Sucre en señal de protesta. Fue el rompimiento de lanzas entre el norte y el sur. En el Ínterin, el 6 de noviembre de 1898 un gran mitin reunido en la plaza de armas paceña, exigió el federalismo y el 14 se creó un comité federal presidido por el jefe de los liberales José Manuel Pando, quien irónicamente como senador por Chuquisaca votó a favor de la aprobación de la ley de radicatoria. El 12 de diciembre se formó en La Paz una junta federal de gobierno, integra­da por Pando, Serapio Reyes Ortiz y Macario Pinilla que había renunciado al ministerio de Instrucción del gobierno de Alonso-, con Fernando Guachalla con o secretario. La declaratoria de guerra estaba hecha.
Alonso, a pesar de su postura contraria a la ley que promulgó a regañadientes y de su posición conciliatoria, no tuvo más remedio que ponerse a la cabeza de ejército del sur y marchar a Oruro a la que llegó el 15 de diciembre de 1898.

El escenario de la guerra civil se enmarcó básicamente en los departamentos de La Paz y Oruro y algunas provincias de Potosí y Cochabamba. Aquí hay que detenerse en la decisión de Pando de aliarse con los indios aimaras de la región. El pacto entre Pando y Pablo Zárate Willka, marcó un hecho sin precedentes en la historia republicana. La alanza estuvo probablemente sazonada por compromisos reivindicatorios para los indios que habían sido sistemáticamente expoliados como consecuencia de la legislación de 1880, pero estaba claro que respondía a un interés específico y militar por parte de Pando. Entre enero y abril di 1899 se desataron acciones en las que los masivos contingentes indígenas fueron decisivos par i el triunfo de los federales. En las provincias Inquisivi, Aroma, Carangas, Chayanta, Tapacarí y Ayopaya, hicieron un cerco de bloqueos y ataques que diezmaron al ejército de Alonso. Fue, sin duda ninguna, una de las páginas más violentas y sangrientas de toda la historia republicana de la nación.





Historia 

Líderes indígenas en lucha por las tierras comunitarias

Periódico Digital PIEB • 23-02-2010


Una investigación histórica de Roberto Choque Canqui y Cristina Quisbert Quispe resalta el papel de cinco líderes indígenas de La Paz en la lucha por las tierras comunitarias tomadas por hacendados a principios del siglo XX.

El historiador y la coautora presentarán el estudio titulado Líderes indígenas aymaras: lucha por la defensa de tierras comunitarias de origen, en el Hall de la Vicepresidencia del Estado Plurinacional del Bolivia, este 26 de febrero. Ambos son miembros de la Unidad de Investigaciones Históricas “Unih-Pakaxa”.

Esta Unidad se identifica a sí misma como "una organización indígena dedicada a la preservación de las culturas originarias, capacitación, investigación histórica y producción en el contexto de los pueblos indígenas originarios".

Grupo de combatientes indígenas levantados en Cochabamba
a favor de Pando y la Revolución Liberal
Santos Marca Tola, Eduardo Leandro Nina Quispe, Prudencio F. Callisaya, Faustino Llanque y Francisco Tancara, son los personajes citados por la obra, entre otros, dijo Choque en entrevista con el Servicio Informativo del PIEB. Ellos actuaron como caciques apoderados en el altiplano paceño, principalmente en las poblaciones de Tihuanacu, Guaqui, Jesús de Machaca, y la provincia Pacajes.

La defensa por las tierras comunitarias de origen fue en diferentes momentos, desde 1903 hasta 1945. Aunque, también menciona al líder campesino Pablo Zárate Villca, quien había participado ya, en una lucha por la descolonización, a finales del siglo XIX.

Antecedentes

El autor estudió la política agraria de entonces. “La Ley de Exvinculación de 1874 –explica- daba las pautas de cómo quitar las tierras de manos improductivas, como dijeron entonces, había que expoliar. De esa manera surge el proceso de expansión de haciendas en desmedro de las comunidades indígenas. Los campesinos habrían sido obligados a vender sus tierras para convertirse en pongos de los patrones”.

Los indígenas decididos a recuperar sus propiedades se movilizaban a través de los caciques apoderados, quienes emprendieron la lucha por las tierras comunitarias de origen apoyados en los títulos de composición de tierra de la época colonial.

Los caciques, además, construyeron una política de defensa de la tierra y la demanda de defensa ante las autoridades de los tres Poderes del Estado, los órganos Legislativo, Ejecutivo y Judicial.
Asimismo, los líderes indígenas generaron otra línea política importante, que “el indio podía llegar al poder y luchar por las tierras expoliadas”.

Las acciones de los caciques logran la formación de organizaciones sindicales, de manera que estas luchan por los derechos civiles en la Revolución Nacional, en 1952. “Existía una necesidad de hacer un estudio profundo para conocer los movimientos indígenas de esa época” sostiene Choque, autor de otras importantes obras como Educación Indigenal en Bolivia, Situación Social y Económica de los Revolucionarios del 16 de julio de 1809 en La Paz, Jesús de Machaca: la marka rebelde.


Para más información sobre la publicación el contacto es choquecanqui@yahoo.com