EL “SOCIALISMO MILITAR” EN BOLIVIA
Si bien en América Latina, a partir de las experiencias de las décadas
de los sesenta y setenta, se suele asociar las intervenciones de los militares
en la política como expresión de la reacción conservadora ante la radicalización
política e ideológica, en algunos casos articularon, desde el Estado, la
incorporación de sectores excluidos. Hubo experiencias en las que las Fuerzas
Armadas se inclinaron hacia las reivindicaciones de los sectores trabajadores,
muchas veces de la mano de ideas nacionalistas que tendía a fortalecer la
intervención del Estado en la economía y en la cuestión social. Podríamos
mencionar como un ejemplo, fuera del marco cronológico en el que estamos
situados, el gobierno de Velasco Alvarado en Perú (1968-1977).
Tal fue el caso de la breve experiencia del llamado “socialismo militar”
en Bolivia, entre 1936 y 1939. La experiencia se produjo tras la guerra del
Chaco (1932-1935), que enfrentó a bolivianos y paraguayos. Si bien en el
conflicto influyeron los intereses de la Standard Oil y de la Royal Dutch
Shell, que se disputaban un territorio apetecido, el enfrentamiento tuvo un
significado vinculado con conflictos políticos internos en Bolivia. Las
tensiones provenían del incremento de la conflictividad política y social tras
la crisis de 1930, que había producido el descalabro de una economía basada
exclusivamente en la exportación de minerales. Desde principios del siglo XX
los llamados “barones del estaño” habían dominado la explotación del mineral,
actuando como capitalistas extranjeros, con escasa inserción en la economía
nacional, centralmente campesina.
El predominio de tres familias
(Patiño, Hochschild y Aramayo) había
funcionado en relación con un sistema político bautizado como “la rosca”, que
aseguraba el control del Estado por parte de una elite dirigente que no
interfería en la actividad minera orientada al exterior. El presidente
Salamanca, preocupado por la radicalización de los trabajadores mineros
afectados por la crisis, y exagerando la importancia de la actividad política
de la delgada clase media y de grupos universitarios, emprendió la intervención
en el conflicto armado como una forma de encolumnar a los diferentes sectores
detrás de su liderazgo. Tras el fracaso de la intervención en la guerra, se
conformó un grupo de jóvenes militares (“Razón de Patria” –RADEPA–) dispuesto a
asumir las tareas que consideraban pendientes para la organización del Estado
nacional. Se proponían modificar las bases que sostenían la convivencia de “la
rosca” con los “barones del estaño”. Bajo las presidencias de David Toro
(1936-1937) y de Germán Busch (1937-1939) se impulsó una serie de medidas
tendientes a la nacionalización de la explotación de los recursos naturales y a
la incorporación de los sectores sociales y raciales excluidos.
Se incrementó la participación del Estado en la explotación del petróleo
a través de la formación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB)
y se propició la sindicalización de los trabajadores mineros. En un nuevo texto
constitucional se estableció un código de trabajo y se estatizó la banca
central. La idea de que los militares expresaban los valores del Estado nación
frente a los intereses de facciones que habían predominado hasta ese momento
resultó el marco de una experiencia que rechazó la democracia liberal y en la
que se conjugó un fuerte nacionalismo (no tan lejano de perspectivas fascistas,
con componentes antisemitas) con reivindicaciones socialistas y
antiimperialistas. El “socialismo militar” tendió a unificar la oposición de
los grupos liberales y los representantes de los intereses mineros, que
acorralaron a Busch y lo llevaron al suicidio. Si bien durante el trienio que
duró la experiencia no se produjeron reformas estructurales, se puso fin al sistema
anterior y se abrió un horizonte de expectativas, que alcanzarían relevancia en
torno de la revolución de 1952.
http://www.carpetashistoria.fahce.unlp.edu.ar/carpeta-2/notas/el-201csocialismo-militar201d-en-bolivia
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