La antigua
controversia de límites entre Paraguay y Bolivia, que dio origen a diversas
negociaciones, entre ellas, el Pacto Soler-Pinilla en 1907, por el que ambos
países se comprometían a respetar el “Statu-Quo”, y las conferencias de Buenos
Aires y Washington, en las que varias naciones americanas concertaron una
mediación para tratar de resolver el pleito, constituía una amenaza constante y
peligrosa para la paz del continente.
Se habían registrado
en los últimos años frecuentes escaramuzas fronterizas que, si bien se
resolvían después pacíficamente, lo eran por acuerdos que parecían constituir
sólo una tregua, pues los incidentes volvían a repetirse.
La
intervención de otros países de América procuraba también poner fin al
diferencio, tratando de hallar la fórmula conciliatoria que terminara con la
peligrosa tirantez. En el protocolo de abril de 1927 se había establecido la
decisión arbitral del diferendo, y en Buenos Aires, el 12 de julio de 1928, se
resolvió, con la firma de ambas partes, que el conflicto sería resuelto
pacíficamente. No obstante todos esos convenios, los encuentros fronterizos se
repetían con frecuencia.
Había entre
ambos países un clima evidentemente bélico, que haría crisis en cualquier
momento, con el peligro que entrañaba para la paz de todo el continente.
Cualquiera de esos incidentes podía constituir la chispa que encendiera la
hoguera, envolviendo en una sangrienta guerra a pueblos americanos. La
situación era cada vez más crítica. Todas las gestiones de conciliación y los
esfuerzos por dar una solución pacífica al largo diferendo, terminaban,
indefectiblemente, en el fracaso. La crisis estaba cada vez más próxima, y la
aceleró un suceso registrado en el fortín Vanguardia. Hubo acusaciones mutuas.
El encargado de Negocios del Paraguay en La
Paz era invitado a dejar Bolivia, y lo mismo ocurría con el ministro de Bolivia
en Asunción, quien ese mismo día entregaba el archivo al ministro argentino y
salía en lancha para Formosa con el fin de seguir luego viaje a Buenos Aires.
De inmediato inició sus gestiones la Comisión Permanente de Montevideo, creada
por el Tratado Gondra. Se procuró nuevamente la intervención de otros países,
pero todo fue inútil. El 7 de diciembre de 1928, el gobierno paraguayo declara
su propósito de acogerse al Pacto Gondra, provocando la reunión de la Comisión
Investigadora a que el mismo se refiere. La crisis se consideraba inminente. Al
día siguiente, es decir, el 8 de diciembre, se producía la ruptura de
relaciones entre ambos países.
Hubo
ofrecimiento de mediación por parte de varios países. Todo fue inútil. De hecho
existía el estado de guerra. No se había declarado oficialmente el conflicto,
pero los choques se hicieron más continuos durante el año siguiente. Corría
sangre en los campos americanos. Todo el continente se esforzaba por poner fin
al conflicto y evitar que la guerra sé declarara, en forma oficial y con sus
naturales consecuencias. Los encuentros se sucedían y después de más de 2 años
de ese estado de incertidumbre, en cuyo lapso se libraron numerosos combates
entre patrullas de ambos países, la guerra comenzó el 15 de junio de 1932 con
las batallas que tuvieron por escenario Pitiantuta.
La contienda
se prolongó casi tres años, durante los cuales se registraron muchos y muy
sangrientos combates que costaron numerosas vidas. Duras luchas se registraron
en Herrera, Gondra, Nanawa, Campo Vía, Pampa Grande, el Carmen, Ballivián y
otros muchos lugares. Ya declarada la guerra y en pleno desarrollo, el 3 de
agosto se reunieron en Washington representantes de 19 países americanos que
recordaron que no se reconocería arreglo territorial alguno que no fuera
obtenido por medios pacíficos, ni la validez de las adquisiciones territoriales
logradas mediante ocupación y conquista por la fuerza de las armas.
Por iniciativa
de Argentina y Chile, se constituyó, un grupo mediador de naciones americanas,
que integraron, además de los citados países, Estados Unidos, Perú, México y
Brasil. La propuesta del grupo mediador, basada en la suspensión de las
hostilidades y en el arreglo de la cuestión de límites por una Conferencia de
Paz, fue aceptada por los beligerantes.
Con ello se
dio término a la llamada “guerra del Chaco”, en 1935 que, virtualmente, se había
iniciado a fines del año 1928.
Termina la
Guerra: En el infierno verde del Chaco Boreal corre la sangre americana. Desde
1928 se ha velado en los legendarios fortines, aguardando el ataque,
anticipándose a la sorpresa. Desde Asunción partieron decenas de barcos
colmados de muchachos paraguayos, para regresar vacíos y ser cargados
nuevamente.
Desde La Paz,
la hermosa capital del altiplano, se puso en marcha una bizarra juventud en
aquellos días de esperanzas, en instantes en que el amor a la patria hace ver
el cielo más azul y más brillante el sol. Pero la guerra no es sólo eso. Tras
las ventanas, hoy cerradas, desde las cuales caían ayer lluvias de flores,
ahora hay alguien que espera o que llora. La guerra lo consume todo: hombres,
materiales, dinero.
Los pueblos,
empobrecidos, ya no miran con iguales ojos lo que miraban la víspera. Y ya no
sólo son muchachos los que van al frente. Las sucesivas levas incluyen a
hombres maduros que van dispuestos a. matar y a morir en la lucha.
Los
presidentes de Argentina y otros países del continente asisten a la Conferencia
Interamericana de Buenos Aires. Desde el Norte ha llegado Franklin Delano
Roosevelt. Los pueblos miran con fe la labor de esos hombres para quienes el
problema candente es uno solo: Hacer la paz.
Es un reclamo
que no es posible desoír. Luego de varios años, tras superar una serie de
dificultades, se constituye al fin, el 19 de julio de 1935, en Buenos Aires, la
Conferencia de la Paz. Entre los inconvenientes con que se tropezó, tuvieron
preponderante influencia las variaciones en el régimen de gobierno imperante en
ambos países beligerantes, fluctuaciones que gravitaron en la política en
parecida medida que lo hicieron en la opinión de los pueblos. Pero además
existía una base firme: la impopularidad de la guerra y la sólida decisión
americana de poner fin a las hostilidades. Varias cancillerías, en primer lugar
la argentina, procuraron influir en Asunción y La Paz, abriendo, al fin,
brechas en una posición irreductible. Hacia mediados de octubre se llegó a un
acuerdo.
Fuente
Consultada: LA RAZÓN 75 AÑOS – 1905-1980 Historia Viva – Año 1928
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